Desde el origen decidieron liderar un proyecto comunitario, convocando a la confianza, la transparencia y el espíritu cooperativo, y resolviendo la forma en la figura de una Sociedad Anónima sin fines de lucro.
El desafío era ambicioso: convocar y persuadir a 700 personas y familias sobre la oportunidad de invertir 3700 dólares a “pura confianza” ante un escueto plan, unos bocetos y una maqueta.
A su vez, invitarlos a “reemplazar” sus clubes, cambiando tradiciones y colores, y arriesgándose en la etapa germinal de una institución.
Debatir y consensuar el formato, conciliando intereses particulares y mayoritarios y cuidando la “intuición” y prioridades de la fundación.
Una movida algo utópica, es cierto, pero es así como ven la luz los proyectos que engrandecen, perduran y transforman la vida de las personas y de las comunidades.
Si bien los fundadores estaban entusiasmados y optimistas, también compartían algunos temores – no siempre visibles- de incumplir los compromisos asumidos o dañar la confianza personal con amigos, vecinos y familiares. Este factor de estrés los motivaba a duplicar la dedicación y analizar meticulosamente cada movimiento para acertar mucho y fallar poco.
Las decisiones eran muchas y de diversa naturaleza. Solo “amigados” con la imperfección, podrían ser ágiles y flexibles para avanzar.
En la mayoría de los asuntos se sabían “novatos” y los abordaban desde un presumible sentido común, aunque no siempre era común entre ellos.
Obviamente, ninguno había fundado un club, un emprendimiento que suponía abordar cuestiones tan disímiles
Desde el origen decidieron liderar un proyecto comunitario, convocando a la confianza, la transparencia y el espíritu cooperativo, y resolviendo la forma en la figura de una Sociedad Anónima sin fines de lucro.
La cooperación en la génesis del proyecto: Si “todos ponemos”, esto se hace.