Lanzarse al sueño sin dinero, sin experiencia en algo similar, sin estructura operativa, y con la única certeza de crearlo a pulmón, sin ánimo de lucro y con un espíritu cooperativo. Fundadores, pioneros y trabajadores invirtieron cabeza, corazón y manos, en un complejo emprendimiento que requirió coraje para asumir riesgos, templanza para superar conflictos y paciencia para derribar burocracias. Algunos detalles que ilustran esa complejidad: negociar y lograr una “opción de compra de un predio costoso”, sin contar con recursos financieros para efectuar una reserva; tramitar habilitaciones municipales y factibilidad de obras; crear una sociedad anónima sin fines de lucro y sumar como “socios” a los inversores, entre otros.
El trámite implicaba el análisis de la factibilidad, la conformación por parte de la Municipalidad de Tigre y los entes reguladores competentes.
Era el lugar ideal, por encontrarse frente al ingreso del barrio por la calle Austria, facilitando el tránsito, la seguridad y el movimiento autónomo de los más chicos.
Gracias a ello, “la idea disparatada” contaba con la fracción de tierra, bocetos, planos y una magnífica maqueta física -tangible y real- que habilitaba y creaba el futuro: ya no se trataba de un sueño disparatado.